Nunca había viajado tan lejos con el propósito de correr. De hecho, nunca había viajado tan lejos. Si Buenos Aires ya está lejos, Comodoro-Rivadavia está a 2000 kilómetros más al sur. Es decir, a mayor latitud (45ºS) que Sant Pol de Mar (40ºN).
Fue gracias a Pablo Vega que me invitaran a esa carrera y ha sido una grata experiencia. El circuito es durísimo y las 10 millas (16 kms) se convierten en una tarea difícil si además se le suma el viento y/o el calor. Comodoro está en medio de la Patagonia y no suele tener temperaturas demasiado altos para ser verano pero sí vientos huracanados. Es decir que una brisa de sólo 20 o 30 km/h sólo es eso, una brisa. Y esta es la suerte que tuvimos en la edición de 2014: temperatura agradable y poco viento.
Se salió rápido porque era bajada y alguien siempre quiere ser el protagonista cuando hay mucho público. Mi táctica estaba en no pasarme de ritmo y, sobre todo, tener paciencia en las subidas. Después de ver que en la Behobia pude hacer un ataque bueno en la bajada y varios malos en las subidas, decidí que mi carrera se decidiría ahí, bajando.
Arriba de la cuesta Rivadavia, con William y Gilmar en cabeza, Rojas y yo detrás (Foto: A. Carrizo) |
En el kilómetro cuatro, enfilando la cuesta de Rivadavia, iba en cuarta posición. Los dos brasileños se escaparon y por detrás el cubano Rojas me adelantó subiendo más rápido. Pero en la bajada le dejé atrás y me propuse acercarme a los de delante. Así pasaron varios kilómetros y no sólo no los alcanzaba si no que el uruguayo Zamora me atrapó a mí. Sería más o menos el kilómetro diez (porque no estaban marcados).
Con el uruguayo mantuvimos una batalla campal. Cada uno jugaba sus cartas: ahora ritmo constante, ahora me coloco atrás, ahora ataco largo y continuo, etc. Fue épico, la verdad. Y cuando nos acercábamos a la última subida (quizá sobre el 14), yo perdí contacto. Estaba cansado y no podía seguir. El uruguayo se animó y me dejó tan atrás en la cuesta que arriba me sacaba unos 15 segundos. Pero llegó la bajada.
En el podio (3º) con trofeos enormes (Foto: M. Roig) |
Tuve un momento de duda, de pensar si merecía la pena darlo todo en un sprint a la desesperada o me conformaba con el cuarto lugar. Pero pensé que del cuarto no se acuerda nadie y que si fui hasta Argentina era para correr tanto como puediera. Así que me lancé. Falta algo así como un kilómetro hasta meta y me iba acercando al uruguayo. Pensé que al darse cuenta que me acercaba aceleraría, pero el pobre estaba muy cansado (tenía excusa, su vuelo se retrasó tanto que la noche antes de la carrera la pasó sin dormir en el aeropuerto).
Y llegué a su altura. Le adelanté y todavía faltaba un buen trozo hasta meta. Pensé que no llegaría porque mis piernas no se podían mover más. Pero lo hice y tanto corrimos al final que por poco no alcanzamos al brasileño que estró segundo, William.
Acabé contento con la carrera y mucho más con la experiencia. Al terminar, nos invitaron a asado en la redacción del diario Crónica (los organizadores de la carrera) y se acabó la noche con karaoke y baile, pero eso es otro cantar y queda fuera del alcance de este blog (sólo dejo un detalle gráfico de mis dotes vocales).
Cantando a dúo con Norbert (Cuba) (Foto: A. Carrizo) |