sábado, 26 de abril de 2014

La ceremonia del café


Es difícil confirmar que el café nació en Etiopía, pero sí resulta claro que aquí se consume abundantemente y que está riquísimo. También es cierto que la influencia italiana ha traído máquina expreso y ahora no todo el mundo prepara el café de la manera tradicional.

El café, ya molido, esperando a hervir (Foto: M. Rotich)

La manera tradicional de preparar café en Etiopía necesita un ingrediente básico: el tiempo. Quien lo quiera para el desayuno, se tiene que mentalizar en levantarse una hora antes. Pero no os preocupéis, la ceremonia del café está más indicada hacia la calma de la tarde o el encuentro con los amigos, así que el tiempo ya no es un problema.

Para empezar, hay que tostar los granos verdes de café. Esto se hace en una de esas cocinas tipo “camping-gas” pero de carbón. En Kenia se las llama jikos, pero no sé cómo se llaman aquí. Tostar los granos de café desprende un aroma agradable que empieza a situarte en el ambiente, pero todavía queda hasta que puedas tomar una taza.
Café negro y tradicional servido directamente a la taza (Foto: M. Rotich)

Cuando los granos están bien tostados y se han desperdiciado los que no tienen buena pinta, llega el momento de molerlos. ¡Pero no de cualquier manera! Los granos se muelen en un mortero de madera oscura gracias a los golpes que reciben rítmicamente. Este pum-pum todavía desprende más aromas que el simple tostado de los granos y se acerca la hora de la verdad.

Cuando el café está molido se introduce en una tetera de barro que se calienta de nuevo sobre las brasas del carbón. Se añade agua dentro y se deja hervir. Los expertos dicen que las primeras veces que se usa esa tetera el café no sabe bien, porque todavía no está impregnada de sabor. Se tienen que llenar todos los poros del aroma del café para que sea una buena herramienta.
En ocasiones se le puede dar un toco aromático (Foto: M. Rotich)

Mientras el agua está hirviendo, se suele preparar también incienso, que se mezcla con el olor a café recién tostado y molido. Y por si faltara algo más, a los etíopes les gusta “picar” algo mientras toman el café y no se les ocurrió nada mejor que preparar palomitas.

La conclusión es que aparece una mezcla de olores bastante peculiar, pero el gusto del café recién preparado supera todo lo demás. Y dice la tradición que tienes que aceptar tres tazas para ser un buen huésped. En cuanto al azúcar, no te preocupes: los etíopes se ponen más que tú.

PD: Alguna modalidad tradicional de café consiste en mezclarlo con mantequilla. Lo he probado y no os lo recomiendo.

viernes, 18 de abril de 2014

Yaya Village



Cada vez hay más alternativas para ir a entrenar en altitud, pero Yaya Village no es un destino más. Es un destino único. Y Run In Africa lo ha elegido entre muchos otros para ofrecer a sus clientes la oportunidad de entrenar en un lugar idílico.

Kaleab, etíope y fundador de la empresa Run In Africa, me cuenta que la labor de búsqueda fue larga y exhaustiva. No es fácil encontrar un hotel (o similar) que sea cómodo, seguro, económico (o al menos ajustado en el precio) y que cumpla todas las necesidades que requiere un atleta. Pero Yaya Village lo tiene casi todo. Ya verás.

Ideal para venir en familia (Foto: M. Rotich)

Está situado a las afueras de Addis Abeba, la capital de Etiopía. Si el tráfico no es horrible, se tarda una media hora en llegar desde el aeropuerto.  Atrás quedan los coches, la contaminación y el ajetreo de una ciudad con varios millones de habitantes. Fuera del Yaya Village, de hecho, hay demasiada tranquilidad (le iría bien un núcleo urbano cercano para ofrecer un poco de entretenimiento, pero seguro que con el tiempo llegará).

Así amanece en Yaya Village (Foto: M. Rotich)

La altitud de esta zona es considerable. Entre los 2600 y los 2700 metros sobre el nivel del mar, los entrenamientos cuestan una barbaridad. Pero se supone que al volver a casa el rendimiento será muchísimo mejor. De hecho, varios atletas africanos escogen este lugar para hacer sus preparaciones de cara a las competiciones más importantes. Ahora mismo está aquí Ayanleh Souleiman, de Djibuti, que acaba de proclamarse campeón del mundo de 1500m en pista cubierta. Y hace unos días se fue Abubaker Kaki, de Sudán, que también suele alojarse aquí con asiduidad. Algunos etíopes, como GenzebeDibaba, no duermen aquí pero vienen a utilizar el gimnasio. Y atletas extranjeros, como Ryan Hall, deciden vivirlo en sus propias carnes para ver las diferencias entre entrenar en Flagstaff o aquí. Y el lunes, en la maratón de Boston, veremos si le ha salido bien.

Y así sale la luna llena (Foto: M. Rotich)

Yaya Village cuenta con más de 20 habitaciones dobles, pensión completa, gimnasio (con sauna y baño de vapor) y un carril de 900 metros dentro de la parcela para hacer trotes de descarga o cualquier otro tipo de ejercicio. Por supuesto que no lo tiene todo y en la lista de “cosas pendientes” apuntaría que le hace falta llegar a un acuerdo con Bekele para que la pista no cueste 15$ por visita. Tampoco tiene un desayuno muy variado, aunque es suficiente. La piscina, que siempre da mucho juego, está en fase de construcción. Y en ocasiones se echa en falta un poco más de información sobre los circuitos por los que correr (la zona es bastante ondulada por los alrededores y cuesta encontrar caminos largos y llanos por los que hacer tiradas largas). Pero, en general, es un lugar idílico para entrenar. Sólo tienes que armarte de paciencia durante la primera semana hasta que te adaptes un poco a la altitud. A partir de ahí… a disfrutar como un enano del entorno y de su gente.

martes, 15 de abril de 2014

La pista de Bekele



Kenenisa Bekele es un corredor excepcional, pero quiere ser el mejor. Ya lo es en distancias como los 5.000 y los 10.000 metros y acaba de intentarlo en la maratón, con un debut fabuloso ganando en París. Pero quiere más. Quiere ser también el mejor fuera de la pista y superar al mismísimo Haile Gebreselassie en el aspecto social y empresarial. Y no lo tiene nada fácil.

Hace muchos años, los atletas kenianos invertían sus ganancias del atletismo en cabezas de ganado. Los bancos nunca han sido un reclamo atractivo para colocar el dinero en esta parte de África; mejor ver con tus propios ojos lo que se está cociendo. Pero con el paso del tiempo, el ganado se ha transformado en ladrillo. Y lo mismo ha pasado en Etiopía. Pasear por Bole Road es algo parecido al salón de la fama de Hollywood. Casi cada edificio es propiedad de alguien importante dentro del mundo del atletismo: Haile, Bekele, Derartu Tulu y un largo etcétera.

Con Ian W. (UK) al acabar la sesión (Foto: M. Roig)

El más famoso de todos ellos es Haile, sin duda, pero Bekele le va a la zaga. No hace mucho tiempo (creo que uno o dos años) se inauguró el Kenenisa Bekele Resort, justo enfrente del Yaya Village donde me encuentro. No se puede decir que sea bonito (parece un hospital desde fuera) y me comentan que el servicio es poco eficaz, pero no lo he podido comprobar por mí mismo. Lo que sí sé es que al lado del resort (y por lo tanto muy cerca del Yaya Village) existe la pista de tartán que Bekele construyó para poder entrenar él y la gente que lo desee. Es, además, la primera pista de tartán de ámbito privado que se construye en África (la segunda es la que se inauguró hace apenas cuatro meses en Iten, Kenia, propiedad de Lornah Kiplagat).

Destrozado por 15x1000 a 2700msnm (Foto: M. Roig)

Hoy he tenido la oportunidad de correr en esta pista, de tartán blando, seis calles, abierta al viento y soleada todo el día. Y es una gozada, además de cara. Parece que los etíopes no pagan entrada (lo parece, no lo puedo afirmar) pero sí sé que los extranjeros tenemos que entrar un momento en el Kenenisa Resort y pagar el equivalente a 15 dólares (hoy, 287 birrs). Allí te dan un boleto como en el cine de hace muchos años y lo entregas al pasar la verja de la pista. Una vez dentro, ya puedes correr tanto como te apetezca, pero no cuentes con ducharte y ve previsto de papel (y puerta) si quieres usar los baños que están a medio construir (y que son del estilo squat).

Ian en pleno esfuerzo (Foto: M. Roig)

Pero, en todo caso, puedes disfrutar como yo he hecho de 15 series de mil y motivarte al saber que cada serie te ha costado un dólar y mucho esfuerzo. Todo es encontrarle el lado positivo.

lunes, 14 de abril de 2014

Entrenando en Bekoji




He estado dos días en Bekoji y he tenido ocasión de hacer dos entrenamientos en grupo y dos rodajes de descarga por la tarde.

A parte de los atletas del training camp del gobierno, la mayoría de corredores que viven en Bekoji entrenan a las órdenes del famoso “coach” de Town of Runners. Los entrenamientos son variados pero hay dos escenarios famosos per se: la pista de arcilla y el bosque de eucaliptos. Y yo tuve la suerte de entrenar en ambos.
Trotando por dentro y por fuera de la pista de Bekoji (RunInAfrica)

El método etíope es muy diferente del keniano. Aquí nadie entrena por su cuenta y todos siguen a rajatabla las órdenes del entrenador. Dentro del grupo (de cerca de 100 unidades) el entrenador divide a los atletas en grupos de 4 a 8 unidades y éstos, en fila de a uno, empiezan el calentamiento (rodar unos 15 minutos de manera progresiva).

Una hora entre los árboles de Bekoji (Foto: RunInAfrica)
El día que tocaba pista, muchos de los atletas tenían “time trial”, es decir, una especie de test o competición. Yo no estaba en este grupo pero sí en el de 1h20’ de trote progresivo por los alrededores ondulados de la pista (con mi grupo de 8 atletas). Pero yo no descubrí que tenía que correr tanto tiempo hasta que llevaba 20 minutos y estaba muerto. Me enfadé un poco porque nadie me había traducido del amárico lo que había que hacer. Yo sólo me puse detrás y aguanté hasta que no pude más. Luego seguí un poco a mi ritmo y acabé con 10x200 para convencerme de que había entrenado algo (hay que recordar que Bekoji se asienta sobre 2800 metros de altitud sobre el nivel del mar y correr ahí se hace muy difícil).

"La sombra de los eucaliptos es alargada" (Foto: RunInAfrica)
El segundo día la experiencia fue más positiva: zig-zags en el bosque de eucaliptos. El calentamiento fue idéntico y de nuevo me asignaron un grupo (ahora sólo éramos cinco) que avanzó y avanzó en perfecta fila de a uno durante exactamente una hora mientras cambiábamos de sentido a cada árbol que nos encontrábamos. Para que os hagáis una idea de lo perdido que estaba mi GPS con este entrenamiento, se creyó que en esa hora de ejercicio corriendo y girando y corriendo y girando sólo recorrí 5 kilómetros. Reconozco que no íbamos muy rápidos porque cada pocos metros (a veces menos de 3 metros) ya frenábamos y girábamos, pero ¡¡sólo 5 kilómetros…!! creo que se equivocó un poco.
Vueltas y más vueltas a los árboles (Foto: RunInAfrica)

El caso es que el bosque en sí está en pendiente y la erosión del suelo produce que muchas raíces queden por encima de la superficie. Yo no me tropecé aunque tuve varios “casis” y, en todo caso, el corredor que iba delante de mí en la fila de uno, sí se cayó una vez golpeando el suelo con toda la cara. Pero se levantó y continuó el entrenamiento (lo bueno de esta sesión es que si te descolgabas un poco podías “ahorrarte” un par de árboles y volvías a enganchar el grupo).

viernes, 11 de abril de 2014

Bekoji



A algunos todavía no os resultará familiar este nombre, pero a muchos otros sí. Y la razón de que este pueblo etíope de unos 20.000 habitantes se haya convertido en famoso de la noche a la mañana es un documental. ¿Has visto Town of Runners? Entonces conoces Bekoji. Y sus personajes.

Con Brook, al final del entreno (Foto: M. Rotich)

Brook, el adolescente que hace las veces de narrador, existe. Ya no tiene la tienda de productos básicos a la entrada del pueblo, pero está dispuesto a contarte cómo han cambiado su pueblo y su vida con la película. También existe el entrenador, al que todo el mundo llama “coach”. Y también existen las dos chicas protagonistas, pero con ellas no coincidí (aunque me dice un pajarito que quizá visitarán España dentro de unos meses).

El famoso coach de Town of Runners (Foto: M. Rotich)

Bekoji ya existía antes de la película, pero ahora está más preparado para los turistas (no mucho más, pero hay algún hotel nuevo). Nosotros nos hospedamos en el Wabe hotel, de 18 y con continuos cortes de luz y de agua. Pero estábamos en Bekoji. Hay otro hotel que es propiedad de Kenenisa Bekele y al parecer era el más famoso antes de la construcción del Wabe.

El hotel Wabe, a la entrada del pueblo (Foto: M. Rotich)

A Bekoji, los turistas llegan gracias a la película “Town of runners”. El pueblo en sí tiene poco atractivo turístico a parte del mercado que se celebra los lunes y los sábados y la nueva iglesia que está en construcción. Existe un training camp propiedad del gobierno de Etiopía en el que entrenan 26 chicos y 26 chicas de edades inferiores a 19 años y la famosa pista de atletismo de arcilla que hay que reparar cada año después de la época de lluvias. Además del bosque de eucaliptos en el que se realiza el famoso entreno de zig-zag, pero esto os lo contaré otro día.

La nueva iglesia en construcción, siguiendo las directrices de los templos etíopes (Foto: M. Rotich)

Para llegar a Bekoji desde Adis Abeba, la capital, se necesitan más de cuatro horas por culpa del éxito económico que está experimentando el país. La ciudad de Adama, a medio camino, está llena de polígonos y empresas que no han parado de crecer y así lo ha hecho el tráfico rodado. El problema es que el autopista de pago que acortará el viaje a poco más de dos horas todavía no está terminada y hay que sumarse a la caravana de camiones en la carretera de doble sentido por lo menos hasta la ciudad de Adama. A partir de ahí el tráfico es menor y la carretera está desdoblada, un tema que su vecina Kenia seguro que envidia (porque en el apartado de diferencias entre Kenia y Etiopía, la partida sobre las carreteras la gana de calle este segundo país).


miércoles, 2 de abril de 2014

Sentirse atleta de nuevo

Esta es la sensación que tengo en mi cuerpo desde el pasado sábado por la tarde. Porque corrí un 10.000 en pista en 29'58" y porque pasé el 5.000 en 14'31"

Algunos diréis que fue "la gran petada" o que no es para tanto (y ambos tenéis razón). Correr casi un minuto más lento la segunda mitad de la prueba es aflojar demasiado. Y conformarse con una marca que hacía cuando tenía 20 años, es quizá exigirse poco. Pero son los cimientos que necesito para seguir mejorando como atleta y me han levantado la moral.

A diferencia de muchos compañeros corredores, yo nunca me he lesionado. Nunca he estado en el dique seco por culpa de un dolor o de cualquier otra incapacidad, pero he estado varios años sin rendir bien. Mi cruz han sido las anemias y algunos problemas internos que no he acabado de descubrir pero que empiezan a desaparecer. Diagnosticarme la celiaquía puede haber ayudado a encontrarme mejor. No creo que tenga todo el peso de mi mejora actual pero se puede apuntar varios puntos.

El caso es que en 2007 corrí el 10.000 de Bilbao en 29'21" y desde entonces nunca más me acerqué a esa marca. Es verdad que me dediqué mucho más al asfalto y llegué a marcas de 1h04'57" (2010) en media maratón y 2h18'08" (2011) en maratón que también tienen mucho valor, pero ya estamos en 2014 y hasta hace muy poco no era capaz de correr rápido en ninguna distancia.

Mi marca en 5.000 (2010) de 14'09" también lleva tiempo sin temblar y la única vez que me acerqué un poco fue en 2012 con 14'29". Por no hablar de mis dos últimas apariciones en la Zurich Marató de Barcelona (ambas con 2h25'). 

Esta es la razón por la que me vuelvo a sentir atleta. Porque he hecho algunos cambios en mi preparación y porque espero hacer más en el futuro cercano, pero sobre todo porque parece que ya se ve un poco de luz al final del túnel. Y, aunque durante la carrera del sábado llegué a pensar que mejoraría mi marca personal, me doy por satisfecho con el resultado.

Ahora toca entrenar durante tres semanas en el Yaya Village de Etiopía (justo después de la Media Maratón de Madrid de este domingo) y al regresar estaré en la línea de salida de los 25 kms de Berlín y en la ASICS Maratón de Estocolmo. Y la moral está bien alta; vuelvo a sentirme atleta.