Una maratón de subida. Dicen que es la maratón más bonita del mundo; quizá se olvidaron añadir que también es la más dura. Yo os lo puedo afirmar: es la más bonita que he corrido y también la más dura.
Empieza en Interlaken, Suiza, a poco más de 500 metros sobre el nivel del mar. Durante los primeros 25 kilómetros es desnivel es escaso y casi todo el tramo es de asfalto. Se puede correr mucho o reservar un poco para lo que viene, aunque cualquiera que sea tu táctica seguro que al llegar a las rampas piensas que podrías haberlo hecho diferente. Yo, en mi caso, salí con el grupo de cabeza que este año no quiso correr rápido y, aun así, lo pagué al final. Conclusión: no puedes ir a la Jungfrau Marathon sin estar en forma, muy en forma.
Mapa interactivo de la Jungfrau Marathon (Organización) |
A partir del kilómetros 25 vienen unos tres de increíble pendiente, zigzagueando a lado y lado hasta la población de Wengen que siempre está llena de público y permite un ligero respiro. Las montañas y las vistas son ya impresionantes, pero no te creas que lo duro ya se ha acabado.
A partir del 30 la pendiente no es exagerada, pero ya se corre cerca de los 1500 metros y a menudo por tramos algo salpicados de piedra. Y siempre hacia arriba, sin descanso. De hecho, desde que empieza la cuesta las marcas kilométricas no son cada mil metros sino cada 250, para que no tardes tanto en verlas.
Y sigues subiendo hasta el punto más, colocado en el kilómetro 40,5 que año tras año está amenizado por el gaitero del Jungfrau. Al parecer, es un personaje característico de la carrera pero no he conseguido averiguar demasiado sobre esta historia. Lo que sí es verdad es que emociona escuchar una gaita a dos mil metros de altura, rodeado de montañas nevadas y con las pulsaciones disparadas por el esfuerzo.
Sin fuerzas para correr, km. 38 (Foto: Rolf) |
A parte del gaitero, también hay trompetistas (o como se llamen) que soplan por unas trompas de unos dos metros de largo, hechas de madera y que suenan de maravilla. Te los encuentras en varios puntos del recorrido, pero cuanto más alto más sorprende.
Y después de superar el punto más alto del recorrido, sólo falta un kilómetro y pico hasta la meta. Es una ligera bajada que acaba por destrozar los muslos pero que no importa, porque ya estás llegando. Pasas al lado de un lago de agua cristalina donde algunos valientes ponen los pies en remojo y cruzas la meta roto pero contento.
Si alguna vez tienes ocasión de participar en esta carrera, no la dejes pasar. Nunca habrás corrido nada igual y te gustará, aunque tienes que llegar preparado.
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