martes, 11 de noviembre de 2014

Quinta Behobia, quinta posición

La txapela tendrá que esperar un año más, pero no me importa. Yo seguiré intentándolo, que quien lo consigue todo a la primera puede restarle valor al esfuerzo del éxito.

Este año, en la edición número 50 de la mítica Behobia-San Sebastián, el nivel fue más alto que nunca. El cambio de trazado deparaba alguna que otra incógnita pero lo peor era saber que no sólo era difícil la txapela sino también cualquier otro escalón del podio. En varias Behobias el grupo delantero se ha reducido a dos o tres corredores en menos de diez minutos, pero aquí éramos siete u ocho al completar el primer tercio de la distancia.

Serpiente multicolor (Foto: Canofotosport)

Aunque este año no había tantos toboganes como cuando pasábamos por Lezo, mi satisfacción para atacar en bajada no pasó desapercibida. De todos modos, tengo que afirmar que me inmolé, pero me inmolé con estilo. La subida al Gaintxurizketa se me hizo dura con los ataques de Rafa Iglesias pero mi táctica estaba clara: sube tranquilo, a tu ritmo, y acelera en la bajada. Así lo hice y de mi ataque se descolgó Rafa (luego supimos que su gemelo le jugó una mala pasada). En el grupo se respiró un poco de incertidumbre al ver que Rafa no seguía y José Carlos Hernández decidió acelerar. Ahí me quedé.

De nuevo estaba en tierra de nadie como en muchas de las Behobias que he corrido. Treinta mil corredores y yo voy solo; qué le vamos a hacer. Me concentré en no perder ritmo y que los cuatro que iban por delante no se alejaran mucho. Confiaba en recuperar alguna posición de cara al final, cuando alguno de ellos pinchara y yo llegara desde atrás con fuerza. Y lo intenté. Apreté algunas veces para intentar acercarme y subí el alto de Miracruz tan rápido como pude, pero la distancia era muy grande y en los dos últimos kilómetros ya intuí que era imposible conseguir una mejor posición que la quinta. 

Disfrutando del público (Foto: S. Fanjul, mi ídolo)

En estas circunstancias, no hay nada mejor que disfrutar de la cercanía del público y "gustarse" un poco, regalarse aplausos y vítores de ganador aunque llegues a la meta unos minutos después de él. Es el momento de mirar a la gente a los ojos y transmitir que les agradeces sus ánimos, chocarles la mano en señal de colegueo y lanzar besos a un público entregado justo antes de cruzar la meta y saber que este año no he ganado la txapela pero que me sigue esperando ahí. Paciente. Quizá será en la sexta o tendré que esperar más, pero la conseguiré.

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