Tal y como os comentaba en la entrada anterior, durante los meses de verano hace falta buscar objetivos suculentos para mantener las ganas de entrenar e ir cogiendo la forma. El problema es que quizá me pasé con los ingredientes o, dicho de otra manera, no entendí muy bien las cantidades. Y lo pagué, claro.
Salí el sábado 9 de agosto en la distancia trail de la UT de Val d'Aran. "Sólo" 47 kilómetros y 2790 metros de desnivel positivo. Quizá no es mucho, pero estaba repartido de tal manera que hacían falta piernas, brazos y una cuerda para superar algún que otro punto. Y yo no tenía ni idea de eso, claro.
Empecé con el grupo de cabeza, porque creía que era adecuado para mí. Y durante la primera hora de carrera, mientras subíamos poco a poco, no tenía ningún tipo de problema. Pero después de un par de cuestas de esas de andar y de llevar ya algo más de dos horas de competición, mis fuerzas empezaron a decaer.
Los avituallamientos estaban bien puestos y surtidos, pero yo creía que los encontraría antes (tengo que añadir aquí que pedí a la organización que se acordaran de los celíacos y se portaron de maravilla con comida especial para mí). En los avituallamientos paré un rato, recuperé fuerzas y nutrientes y me lancé de nuevo a la carrera.
Entrando en meta con Joana, después de 6h22' de carrera (Foto: M. Rotich) |
No saber lo que a uno le espera suele ser sinónimo de frustración. Yo sabía que subiríamos y bajaríamos montañas, pero no que fueran tan duras. El Montardo, que al final no coronamos por muy poco debido a las inclemencias del tiempo, se hizo muy largo tanto de subida como de bajada. Y cuando uno descubre en el GPS que después de tantos minutos el contador de kilómetros casi ni se ha movido, empieza la batalla psicológica.
Pararse no estaba en los planes porque mi idea era disfrutar de la carrera, del paisaje y de todo lo que pudiera. Y la verdad es que disfruté mucho, pero con una hora menos de sufrimiento lo habría pasado mejor, claro.
Compartiendo experiencias con Pablo Villalobos, segundo (Foto: M. Rotich) |
La carrera termina con unos diez o doce kilómetros de pista y asfalto hasta llegar de nuevo a Salardú y, aunque en esas condiciones sí suelo correr rápido, aquí ya no me quedaban fuerzas. Mantuve un trote cansino hasta la meta, que celebré con mi sobrina porque ya era hora de acabar y celebrar con la familia un gran fin de semana en la Val d'Aran.
Después, con el esfuerzo ya lejano, es verdad que me entraron ganas de repetir la experiencia para el próximo año. Pero espero llegar más en forma para no sufrir durante tanto tiempo. La montaña no es mi entorno predilecto pero puedo defenderme bien y, sobre todo, disfrutar mucho.
3 comentarios:
Però l'any que ve no pots fer una UltraTrail a la Cerdanya? Que la vall d'Aran és molt lluny!
Tú tranquilo, que si no le coges el tranquillo a las ultratrail montañeras, siempre podemos organizar una ultratrail de morcillas y albóndigas en el Vallés. ¡Ánimo, txapeldun!
Ánimo Marc, la montaña diluye las barreras mentales que nos creamos en un espacio tan controlable como es la ruta y las distancias conocidas, 10km, media maratón, maratón. 1km puede recorrerse en algo menos de 4' o en 25', un avituallamiento puede ser adecuado a la carrera o parando 5', quizás te ha pillado de sorpresa esta vez, pero la próxima lo disfrutarás al 100% hasta el último kilómetro ;-)
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