El domingo pasado se celebró en
Font Romeu la
Kilian's Classic y aprovechando que estoy de descanso (la pista no ha acabado de salir como me esperaba y es el momento de pensar en la próxima maratón) me animé a correr por los Pirineos. De las dos carreras (25 y 45kms) me quedé con la más corta; ya llegará el día en que me anime a correr más largo. Así fue mi experiencia.
A las 8 de la mañana partían los de 45kms, con
Kilian entre ellos sólo una semana después de ganar en la
WS 100 y una hora más tarde lo hicimos nosotros. Yo no sé mucho de esto de la montaña y, además, desconocía hasta dónde subiríamos y todo lo que me esperaba. Lo único que sabía es que eran 25kms con 1100m D+ (1100m D-) y que, a ojo, tardaría unas 2 horas. Pero no fue exactamente así.
Salimos con calma desde 1700m de altitud y me encontré muy bien; iba tan cómodo que hasta me animé a tirar un poco, aunque sin apretar mucho. Saqué unos veinte metros al terceto que me seguía y así nos quedamos. Llegamos al primer avituallamiento (pla de la calme) y desde ahí se veía la primera pared. Menudo susto me llevé, ¡¡eso parecía el Everest!!. Respiré hondo, bebí, comí chocolate y salí montaña arriba caminando.
A media cuesta me alcanzó
Dimitris y, al bajar, desapareció. La bajada era por una pista roja de esquí, sin dificultad técnica si entendemos que una bajada de 45º en línea recta no tiene dificultad técnica. Desde ahí hasta el
lago des Bouillouses era terreno llano y fácil para correr, pero pronto se complicó de nuevo: un tramo de subida ligera saltando de piedra en piedra. Aquí me adelantó
Andreas.
Cuando Andreas se escapó, llaneábamos a buena altura y empecé a estar cansado. Descubrí que en las carreras de montaña es bueno conocer el perfil y guardar un poco de fuerzas para ver las marcas del circuito. Olivier me adelantó cuando pasé casi un minuto buscando el camino, aunque luego le atrapé yo cuando él también se perdió. En total, hicimos un grupo de tres con Ben y finalmente supimos por dónde continuar, aunque cada uno a su ritmo y el mío el más lento.
Cuando ya empezaba a preguntarme cuánto faltaría para meta (otro detalle, en montaña no están marcados los kilómetros), me adelantó Guillaume y durante la última subida le estuve viendo, pero desde el sommet hasta meta me sacó ocho minutos. Decididamente, hay que tener fuerzas para bajar bien y yo llevaba rato bajo mínimos.
Llegué a meta cansado pero aproveché para coger de la mano a los hijos de un paciente mío (el que me animó a correr) y entrar en meta cansado pero contento. De hecho, ya estoy pensando cuándo haré otra igual.
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Con Jordi Arxer, (recién) compañero de fatigas y gran corredor de montaña |