lunes, 23 de diciembre de 2013

Kerita Dam Cross Country (II)



Mi carrera fue algo parecido a un jarrón de agua fría. Vale decir que llegar a las 8:30 de la mañana y no competir hasta las 12 o algo más tarde no ayuda mucho. Uno no sabe cuándo tiene que empezar a calentar ni cuántas vueltas dará al circuito. Pero esto ya lo sabía: competir en Kenia siempre es un caos.

Me apunté a la carrera júnior (8 kilómetros) porque quería ser un poco competitivo; en la sénior se corren 12 kilómetros y eso me parecía demasiado para mantener un ritmo decente. Tengo que decir, en mi defensa, que no era el único “no júnior” en la línea de salida. La línea de salida, en mitad de un prado fuera del circuito, es el punto de análisis de los rivales. La mayoría tienen poca pinta de atleta y sólo media docena parecen corredores de verdad. Pero no te puedes fiar. Ni la indumentaria ni el calzado sirven para juzgar a los demás competidores. Y lo cierto es que al final te llevas muchas sorpresas: uno que iba perfectamente equipado acaba por detrás de ti y otro por el que no dabas medio euro te saca un par de minutos.

El firme no era rápido, ¿se nota? (Foto: M. Rotich)

Después de mis tres semanas entrenando en Kenia y viendo que en mi grupo de entrenamiento todos me felicitan porque acabo siempre con los de delante, mi moral era alta. No esperaba ganar el cross, claro, pero sí quería ser un poco peleón y marcar un buen ritmo. La salida, en estampida, me relegó a la última posición. Tengo que decir que contaba con ello porque no es la primera vez que me pasa. Luego fue remontando posiciones pero el circuito no me permitió nunca correr cómodo.

Pese a la falta de ritmo, llevo buena zancada (Foto: M. Rotich)

En Kapsoya entreno por caminos de tierra, pero aunque haya baches a montones, el firme es lo bastante regular o sólido como para llevar ritmos altos. Pero en este cros todo era distinto. Parte del circuito era en un prado con el césped altísimo y la otra parte era en un campo de maíz recién arado. Todavía había cañas por todos lados y la tierra estaba dividida en terrones de varios tamaños y formas.

Con este panorama, mi media por kilómetro se fue a 3’55”. Antes de correr, en mi mente estaba competir sobre 3’20” o 3’30”, teniendo en cuenta que hago rodajes de 18 kilómetros a poco más de 3’30” cada lunes. Pero el terreno tiene mucho que ver. Iba mirando el reloj y me desesperaba cada vez que descubría que iba más y más lento. Al final, pese a todo, acabé el 16 y el público (que al principio se reían un poco porque había empezado el último) acabó por felicitarme. De hecho, el organizador me dijo que el año que viene tengo que volver, pero no lo veo tan claro, me desmoralizó bastante competir tan lento. Espero que sólo haya sido un mal día.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Kerita Dam Cross Country (I)



Siempre que tengo la oportunidad y los entrenamientos lo permiten, me gusta participar en alguna carrera mientras estoy en Kenia. En esta ocasión ha sido un cross con pocos participantes organizado por la escuela de primaria de Kerita Dam, a unos 40 kilómetros de Eldoret.

Los croses suelen tener categorías menores (en este caso desde niños y niñas corriendo 500 metros) hasta las típicas carreras sénior de 8 (mujeres) y 12 kilómetros (hombres), pasando por las carreras júnior de 6 (mujeres) y 8 (hombres), en las que no hace falta ser júnior para participar. Yo, por si acaso, me he apuntado a la de 8 kilómetros con mi cuñado, para que no fuera demasiado largo y para acabar lo antes posible, que uno nunca sabe a qué hora darán la salida y al final el día se hace eterno.

Hemos llegado a la escuela a las 8:30 de la mañana (según la publicidad, la hora a la que empezaba el cross) pero a esa hora no había nada más que cintas marcando el circuito y mucho descontrol. Una hora más tarde ha llegado el hombre de los altavoces y ha empezado el movimiento. Han dado varias explicaciones, ha hablado el pastor y los niños han ido a la salida. La salida, en este caso, era un punto indeterminado en mitad del circuito, del mismo modo que no había línea de llegada. La llegada era una cinta que daba acceso a un pasillo estrecho donde te daban el número de tu posición final. Pero todo funcionó más o menos bien.

Uno de los peques (500m) con muy buena técnica (Foto: M. Roig)

Las carreras en Kenia no son siempre gratis. En muchas ocasiones, un patrocinador es el organizador de la carrera y participar es gratis, pero en otras ocasiones (como hoy), había que pagar 200 shillings (algo menos de 2 euros) para participar. En el caso de los niños, la tarifa era de sólo 100 shillings. De todos modos, en las carreras júnior y sénior había premios en metálico para los diez primeros (de 10.000 a 250 shillings en los júnior; de 20.000 a 500 shillings en los sénior).

Chica cadete (2000m), impulsando genial (Foto: M. Roig)

Ver correr a chicos y chicas en Kenia es una experiencia maravillosa. La indumentaria puede ser tan extraña como faldas largas, camisas de vestir e incluso unos tejanos, pero la técnica es maravillosa. La gran mayoría de ellos corren descalzos y ven las zapatillas como un obstáculo para correr rápido.

El circuito de hoy no era fácil y mezclaba hierba alta (donde llego a entender que se corra descalzo con facilidad) con un campo de maíz recién arado. En pocas palabras, uno se queda embobado de lo bonito que es ver niños corriendo con tanta soltura en un terreno tan complicado. En cuanto a mi carrera y mi “soltura”, me lo guardo para la próxima entrada.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Mi vida en Kapsoya



Kapsoya es un núcleo urbano pegado a la ciudad de Eldoret, a diez minutos en matatu del centro de la ciudad. Ahora están arreglando la carretera, pero la casa de mis suegros está al final del pueblo y a esa zona no llegan todavía las mejoras.

La vida aquí es de esas vidas sencillas, pero bonitas. Amanece a las seis de la mañana y la hierba está húmeda; a esas horas hace frío pero si el día es soleado se sobrepasan los treinta grados. Al lado de la casa, dentro de la parcela, está el huerto y la zona de las vacas. Por la noche, si no hay nubes, el cielo tiene más estrellas que personas en el mundo. Es sobrecogedor.

Lo más habitual es que salga a entrenar a primera hora de la mañana con mi cuñado y su grupo de entrenamiento. Los grupos aquí se forman por vecindarios. No hace falta ir muy lejos para encontrar uno (el nuestro se reúne a sólo un kilómetro de nuestra casa). No hay entrenador porque eso cuesta dinero y resta flexibilidad. Es más fácil quedar un grupo de amigos y decidir qué toca hacer hoy, con un patrón más o menos fijo que se repite cada semana.

Conozco a mis compañeros poco a poco. Es difícil quedarse con los nombres y con las marcas de cada uno, pero siempre hay alguno que destaca. Entre mis compañeros de entrenamiento tengo a Longosiwa (medalla de bronce en el 5000 de los JJ.OO. de Londres). Es problema es que ahora está completamente fuera de temporada y no viene mucho; además, cuando viene es fácil ganarle. Pero me dice mi cuñado que cuando está poniéndose en forma no hay manera de seguirle. Normal.

Vista de Kapsoya desde lo alto de un montículo (Foto: M. Roig)

A primera hora de la mañana hacemos los rodajes, que pueden ser fuertes (como los “lunes a fuego”) o recuperadores. Los entrenamientos de calidad como los fartlek o la pista (si es que vamos, que todavía no la he pisado este diciembre), los empezamos a las 9:30. El resto del día es para descansar, estar con la familia, trabajar (¡¡¡la de escritos y proyectos que tengo en marcha ahora mismo!!!) o hacer recados por Eldoret. Luego, por la tarde y si las piernas lo necesitan, salimos otra vez a trotar 30 o 40 minutos. Estos doblajes sirven para encontrarse mejor al día siguiente y suelen funcionar muy bien.

Cuando anochece, a las siete de la tarde, ya es tiempo de relax. Cenamos más o menos a las ocho y una hora más tarde o así me voy a la cama. Así transcurren mis días en Kapsoya, un núcleo urbano pegado a Eldoret que destaca por sus carreteras de barro y baches pero que cumple a la perfección las necesidades de un atleta de fondo.

martes, 17 de diciembre de 2013

Los martes, fartlek



No todos los grupos de atletas kenianos siguen el mismo patrón semanal, pero el mío tiene fartlek los martes. El fartlek es el entrenamiento que consiste en cambios de ritmo, intercalando uno o varios minutos de ritmo vivo con un minuto de recuperación al trote. Es un entrenamiento muy habitual en Kenia porque se puede hacer en cualquier lugar sin necesidad de ir a la pista (que a veces está demasiado lejos). Es decir, el fartlek son el sustituto de las series.

La primera semana que estuve por aquí tocó un fartlek de los duros: 15 por 2’-1’. Esto significa que hay que correr dos minutos a tope y recuperar un minuto al trote, que a veces más que trote se parece a caminar (y eso ayuda mucho, la verdad). Lo más divertido del fartlek es que se empieza con el minuto suave y hace mucha gracia que todos los atletas (un grupo de 20 o más personas) se pongan de acuerdo para encender el crono y empiecen a “correr” a diez el mil.

La segunda semana el fartlek fue de 20 por 1’-1’. Este fue mucho más duro que el anterior porque el minuto suave se convirtió en “no muy suave”. Como es lógico en todo el mundo que hay gente entrenando junta, los atletas se pican. Y picarse significa dejar que la gente recupere menos en los descansos. Esto implica que en el minuto rápido la gente no va tan rápido y se creen situaciones cómicas como que yo adelantaba a muchos en el minuto rápido y luego ellos me pasaban en el minuto lento. De todos modos, acabé con los de delante que era mi objetivo.

Y hoy, tercera semana, hemos tenido el más parecido a las series de mil: 10 por 3’-1’. Es algo así como diez series de mil recuperando un minuto al trote. En los primeros, con algo de pendiente y viento en contra, recorríamos entre 900 y 950 metros. Pero en cuanto dimos la vuelta y las condiciones pasaron a ser favorables, los tres minutos daban para algo más de mil metros. Es decir, a dos mil metros sobre el nivel del mar, me he marcada algunos miles a menos de tres y descansando un minuto al trote. La verdad es que esta estancia en Kenia me está sentando de maravilla.

Para los amigos de la estadística, resumiré que los fartleks (da igual la combinación de minutos vivos y lentos que tengan) acaban saliendo casi siempre al mismo ritmo. En el de 2’-1’ hicimos 12,13km a  una media de 3’43”. En el de 1’-1’ salieron sólo 11,23km a 3’33”. Y hoy, con los de 3’-1’ hemos llegado a 11,45km pero con una media de 3’31”.

martes, 10 de diciembre de 2013

Los lunes a fuego



Ya llevo algo más de una semana en Eldoret y los entrenamientos salen cada vez mejor. Mi cuñado me ha introducido a su grupo de entreno y estoy encantado. Vivimos en el pueblo de Kapsoya, justo a las afueras de Eldoret, y solemos quedar a las 6:20 de la mañana en un cruce concreto para empezar a entrenar. Los días que toca calidad, no obstante, quedamos a las 9:30 para que el cuerpo haya tenido un mayor descanso. Pero hoy os quiero hablar de los lunes y su entrenamiento: el rodaje a fuego.

Quedamos a las 6:20 para hacer un rodaje de 1h10’, aunque eso depende del ritmo. Los dos lunes que he estado aquí hemos hecho dos circuitos diferentes, pero ambos de un poco más de 18 kilómetros. Se sale con calma, con un primer kilómetro casi a seis minutos pero el segundo ya se hace a poco más de cuatro y a partir de ahí ya depende de la calidad de cada uno.

Realmente parece una carrera donde cada uno gestiona su esfuerzo. En varias ocasiones he tenido algún corredor a pocos metros delante de mí y no he sido capaz de unirme (ni él de esperarme, claro). En la mayoría de los casos, al miedo a pinchar se le une el miedo a perderse, ya que vamos por caminos que no conozco todavía o por cruces por los que no sé cuál escoger. Esto implica que hay que tomarse estos rodajes muy en serio y tener siempre una referencia visual de los corredores que van delante.

Puedo decir que hasta ahora me he portado muy bien en estos rodajes y mi estado de forma se está adaptando muy bien a la altitud. Mientras el primer lunes corrí en 1h09’ el circuito (3’45” de media) llegando a cinco minutos de los primeros, el segundo lunes (ayer) mejoré hasta 1h04’ (3’31”) de media y sólo llegué a un minuto de los primeros.

Llegados a este punto es momento de hacer la estadística del atleta y empezar a soñar. Los kenianos son muy dados a la exageración, pero no por ello dejaré de creérmelo. Uno de los compañeros de grupo es ChistopherKipyego, que conocí en 2010 cuando corrí la maratón de Panamá. Él me ha dicho que estoy muy en forma y que 1h04’ en este circuito es la misma marca que él hizo antes de correr en 2h12’ en San Diego. Ayer llegué con él al final del rodaje y me dijo que, por lo menos, valgo esa marca. Yo no me lo creo del todo, pero me motiva mucho que me lo digan.

Y hoy… fartlek, pero esto ya os lo explicaré en otra ocasión.