lunes, 16 de febrero de 2015

El día de los tres récords del mundo

Dice un anuncio de cruceros que la vida no debería medirse en minutos sino en momentos. En atletismo, por desgracia, lo que cuentan son los minutos y los segundos pero no hace falta añadir que lo que quedará son los momentos. Porque los récords están para ser batidos y los momentos, para ser guardados. Y yo me llevo un gran momento de los que pasó el pasado domingo 15 de febrero en Barcelona.

Florence Kiplagat venía de nuevo a la eDreams Mitja Marató de Barcelona y yo iba a ser su liebre. Durante las semanas previas, se especulaba con el nuevo récord del mundo y yo me sentía orgulloso de que confiaran en mí de nuevo. Pero llegué el día anterior al hotel y el entrenador de Florence, Renato Canova, me dijo que este año no buscaban el récord. Se conformaban con batir la marca que hizo Mary Keitany en RAK dos días antes (66'04"). Por lo tanto, mi trabajo consistía en llevarla a ritmo constante hasta el kilómetro diez entre 31'10" y 31'20". El año anterior pasamos en 31'09" y partir de ahí empezamos a correr muy rápido.

Me supo un poco mal que no buscáramos el récord del mundo pero yo me tenía que ceñir a lo que me pidieran. Y eso hice. Salimos a ritmo controlado, con dos kilómetros a 3'05" y los dos siguientes a 3'09"-3'10" por la subida del Paralel. El quinto lo volvimos a clavar y el parcial del 5000 se quedó en 15'37". A partir de ahí el circuito es un poco favorable así que sin esforzarnos más corrimos un poco más rápido y cruzamos el 10000 en 31'01" (15'23"). 

Renato Canova, que estaba en el coche que nos acompañaba, planteó un cambio de táctica en ese momento. Visto que el ritmo era bueno y que Florence llevaba muy buen correr, me pidió que acelerara el ritmo para batir el récord del mundo de 15 kilómetros (Tirunesh Dibaba, 46'28" en 2009). El kilómetro 11 del circuito de Barcelona tiene una pequeña cuesta y preferí esperar a cambiar después de ese punto. Así, ese kilómetro salió en 3'10" pero el siguiente, ya acelerando, lo pasé en 3'01". Hasta allí llegó mi trabajo. Ese esfuerzo me costó un poco más de la cuenta pero cumplí con lo estipulado y prefería apartarme en lugar de frenar a Florence con un kilómetro a 3'03" o 3'04". 

Se quedó con su otra liebre, Ezequiel Kipchirchir, y yo troté un kilómetro más hasta cruzarme con el coche donde estaba Renato y me subí para seguir la carrera (eso era el kilómetro 16).

Ezequiel se había parado contra pronóstico al cruzar el kilómetro 14 por un problema con sus zapatillas. Pero parece que no le importó a Florence porque siguió apretando hasta llegar al kilómetro 15 en 46'14" (con un parcial de 12'01" del 11 al 15) y estableciendo un nuevo récord del mundo. 

Parecía que todo acababa allí y que el esfuerzo ya estaba recompensado, por lo que Florence se limitó a seguir corriendo a un ritmo más cómodo (dos kilómetros a 3'13") y esperar llegar a meta en menos de 66'00". Pero todo iba demasiado bien.

Incluso después de dos kilómetros a ritmo "suave", sus parciales estaban por debajo del récord del mundo y así se lo hizo saber Renato desde el coche. El kilómetro 18 demostró que había entendido el mensaje. Hizo 3'06" para confirmar que sus piernas todavía respondían y aceleró un poco más para batir de nuevo sus récords del mundo de 20 kilómetros (61'54") y de media maratón (65'09").

Tanta fue su alegría (y su esfuerzo) que al cruzar la línea de meta rompió a llorar. De hecho, confesó que nunca antes había llorado al cruzar una línea de meta. Pero ¿quién no lo haría si se baten tres récords del mundo cuando no estaba previsto? 

2 comentarios:

Rafael dijo...

A veces la vida te sorprende de esa forma tan magica, dandote cosas que ya no buscas, ni esperas.Que sea siempre asi...Felicidades Marc por ejercer de liebre, puro lujo.

Raúl Muñoz dijo...

Ja t'ho vaig dir el diumenge, però vull refermar-ho un altre cop aquí. Enhorabona per la teva aportació a aquest rècord estratosfèric.