Ruanda está llena de memoriales sobre el genocidio; el más importante o conocido es el de la capital, Kigali, pero no es el más impactante. Y me pregunto si un memorial debería ser impactante o sólo educativo. ¿Qué nos llama a visitar un memorial sobre el genocidio? ¿Esperamos ver una explicación del por qué pasó o nos quedamos más satisfechos si la visita consigue recrear la tétrica de 1994? A veces nuestro afán de conocimiento es tan superficial como macabro. Pero el caso es que yo visité dos memoriales.
El memorial de Kigali es una opción que ya te recomiendan desde que subes al avión. La entrada es gratuita y en el interior hay varios paneles explicativos que muestran la cronología reciente de Ruanda (los últimos cien años, más o menos, desde que llegaron los alemanes). Se explica claramente cómo nacieron las tribus (una invención de los belgas: los que tenían más de diez vacas eran tutsis; los que tenían menos de diez, hutus) y cómo se disgregó a la sociedad en dos categorías en función de sus riquezas. Los ricos empezaron a ganar poder y los pobres se enfadaron; luego llegó la independencia y se cambiaron las tornas, empezaron los exilios y las guerrillas, la situación empeoraba por momentos y se produjo el estallido: un misil tierra-aire hizo añicos el avión del presidente (hutu) y se culpó a los tutsis de ello. Esa misma noche del 8 de abril de 1994 empezó el genocidio.
En el segundo piso del memorial de Kigali se puede leer sobre otros genocidios (el judío, el armenio, el camboyano...) y también descubrir las biografías de algunos niños asesinados: su comida favorita, su pasatiempo preferido, la última frase que dijo y cómo murió. Mientras, en el exterior se instalaron fosas comunes que contienen los cadáveres de decenas de miles de ruandeses (¿250.000?).
El otro memorial al que asistí está en Nyamata, a unos 30km de Kigali (600FRW en matatu, que en Ruanda se llama "Public taxi transport", algo menos de un euro). El memorial de Nyamata está en la antigua iglesia católica de la localidad, que a su vez fue el escenario de unos 45.000 asesinatos. La instalación no es tan moderna como la de Kigali, pero evita formalismos y muestra la realidad de lo que ocurrió. Los tutsis de Nyamata se refugiaron en la iglesia, pensando que los hutus no profanarían el templo y que las puertas metálicas les protegerían. Pero se equivocaron.
Los radicales hutus llegaron al templo con granadas, que lanzaron al interior abarrotado; pero esto sólo fue el comienzo. La rabia con la que acutaban les impulsó a romper la puerta de entrada y así poder matar a los del interior a machetazos, algo mucho más humillante que el uso de granadas.
La iglesia permanece como quedó después del genocidio: el altar tiene el tapete (perdón pero no conozco el nombre técnico) completamente manchado de sangre, en el techo también hay salpicaduras y agujeros producidos por la metralla, y los bancos han sido recubiertos por la ropa que llevaban los asesinados, dando al interior del templo una sensación de vacío y abandono imposibles de describir.
Las fosas comunes del exterior se pueden visitar también (la foto de Fanny Schertzer muestra un estante de esas fosas) y tengo que agradecer la visita guiada que me ofreció una ruandesa, respondiendo a todas mis preguntas y aclarando muchas de las dudas -o prejuicios- que tenía antes de empezar.
Para más información sobre el memorial de Nyamata, os recomiendo la lectura de este blog (en ingés).
3 comentarios:
Uf, cuesta hacerse una idea de algo tan horrible. La verdad es que una visita a un lugar así me produciría sentimientos encontrados.
Para que luego digan que el hombre es un animal racional.Como se repite ciclicamente la misma historia,a pesar de tanto memorial para recordar esos hechos.
Recuerdo esos años en que las noticias informaban de los asesinatos a machetazo limpio.
Saludos
Julio Navaz
Sin entrar en más detalles, recordar para no olvidar, para no repetir.
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