viernes, 21 de mayo de 2010

Primeras impresiones de Ruanda


Ayer llegué a Kigali, la capital de Ruanda, en avión desde Nairobi (Kenia) sobrevolando el inmenso Lago Victoria. En un principio había pensado hacer el viaje en autobús desde Eldoret a Kampala (Uganda) y desde allí hasta Kigali, cruzando dos fronteras y pagando sendos visados, pero algo me echó atrás. Sé que el camino hasta Kampala es bueno y en unas seis horas lo puedes recorrer, pero no sabía nada del tramo Kampala-Kigali y hace sólo diez días un representante de la Unión Europea entregó 100 millones de dólares al gobierno de Ruanda para que, entre otras labores, reparan su conexión por carretera con Uganda. Después de leer esto, me quedó claro que la carretera era más bien un camino.


Sobrevolar Kenia y después Ruanda permite comparar ambos firmamentos. Kenia es más arcilloso y Ruanda, en cambio, es un manto verde completamente parcelado a cuadros de distintas tonalidades, desde el verde lima hasta el verde guisante. Minutos antes de aterrizar, parece que el país sea un decorado (y quizá sea cierto).


En el aeropuerto de Kigali (que está pegado a la ciudad y se puede ir andando) descubrí a unas hermanas dominicas que me sirvieron de gran ayuda. En primer lugar, no me dejaron cambiar dinero en el aeropuerto porque pagaban muy poco y después me llevaron hasta mi hotel. Mientras tanto, estuvimos hablando de Ruanda y les conté que venía a correr una media maratón. Hemos quedado en que nos llamaremos y ya me han planteado el primer dilema: en una localidad en mitad de las montañas tienen un hospital y el lunes es el día que el médico hace visita; si quiero puedo ir con él el mismo lunes subiendo y bajando en el día. ¿Qué opináis? A mí me está apeteciendo más que el colegio de Kibungo, pero ya veremos cómo acaba todo.


Ruanda es un país dispuesto a agradar y lo consigue. Es limpio, sin caos en las carreteras, las bolsas de plástico están prohibidas... y la revista del avión (Rwandair) se encarga de explicarte que todo es perfecto. Es una publicidad política muy efectiva y uno llega al país pensando que está en el edén, pero las hermanas dominicas se encargan de contarle otra realidad. El presidente (ellas me dicen que le llame jefe o algo así para no pronunciar su nombre -hay espías en todos lados-) ganó las elecciones porque nadie más se presentó y si en tu visado de entrada rellenas la casilla de “profesión” con PERIODISTA, es posible que te interroguen hasta la saciedad e incluso se queden tu pasaporte por un tiempo.


Algunos entendidos empiezan a dudar de la efectividad del jefe y hay quien llama Kigali la Singapur de África. Lo cierto es que pasear por Kigali es muy agradable porque es una macrourbanización de chalés, donde apenas se ven las zonas chavolistas ni street children; es como si Barcelona entera guardara el estilo de Pedralbes. Tal es la manera que el jefe utiliza para agradar a sus visitantes: utilizar las donaciones mundiales para decorar Kigali y crear una burbuja de prosperidad; pero en el país de las mil montañas (así es su eslogan) el dinero no llega a todos y marchando un poco de la periferia se descubre otra realidad.


Os recomiendo el artículo de opinión Emmanuel Hakizimana de hace apenas una semana. Lo he encontrado en la web AfricaFundación: “Ruanda y sus fantasmas

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2 comentarios:

Gerar dijo...

Impresionante lo que afirma Emmmanuel, por no decir alarmante.

Todavía no has contado lo que comes en Rwanda, ya sabes, somos lo que comemos. Have a nice trip.

Sergio dijo...

Sí lo ha dicho, limas y guisantes.
Ánimo, Marc.