Mañana por la mañana toca hacer las maletas. El avión de regreso a España sale el viernes a las 8:10, por lo que lo más sensato es dormir en Nairobi (aunque la primera vez que estuve en Kenia cogí un autobús nocturno hasta la capital y todavía me sobró tiempo, pero Sergio tiene una maratón el domingo y no hay que tratarle mal).
Abandonar Kenia siempre me produce pena, aunque por otro lado lo esté deseando. A nivel atlético, llega el momento de competir, de demostrar que los entrenamientos aquí han sido duros y, con un poco de éxito, recuperar la "inversión". Pero a nivel de las amistades, siempre son difíciles las despedidas; a veces pienso que en esta parte del mundo me he creado un círculo de amigos más estrecho que en Sant Pol o alrededores, y es duro decir "hasta enero o febrero, espero".
También el entorno juega un papel importante. Al lado de Too Guest House está Saint Patrick's school (aunque no existen rankings, el vox populi dice que es el colegio con más antiguos alumnos que han llegado a ser medallistas olímpicos, casi nada). Y frente a él está el Sacred Heart's school, con la iglesia católica de Iten. Allí suelo ir un ratillo por las tardes, justo antes de que oscurezca. Es una iglesia de contrucción típica misionera: nave única con ventanas a ambos lados, bancos irregulares y toscos sin respaldo y decoración mínima. La calma es absoluta.
Hoy se me ha hecho tarde y ya era oscuro cuando he llegado. El vigilante, que sólo hablaba swahili, ha entendido que mi intención era pasar un rato en la iglesia. Él esperaba fuera y, mientras me acompañaba hasta la puerta principal del colegio, ha tenido tiempo de decir que era mi rafiki (amigo) y que por qué no le regalaba mi viatu (zapatos/zapatillas). No ha tenido esa suerte.
Ya fuera, en el camino que hay entre ambas escuelas, los eucaliptus perfumaban el ambiente mientras millones de estrellas aparecían en un cielo infinito. Los cielos de Kenia son impresionantes; casi se puede ver la curvatura de la bóveda de tanta distancia que abarcan. Y los eucaliptus, ¿sabíais que no son originarios de Kenia? Cualquiera lo diría, porque están en todos lados y los grandes alcanzan quizá los 30 metros de altura. Parece que los trajeron los británicos para decorar el país o para que produjeran madera, pero lo cierto es que el gobierno de Kenia permite a los habitantes del país el talarlos porque consumen demasiada agua. Creo que es el único árbol que se les permite talar de forma oficial.
Todo esto quedará atrás dentro de un día y pico. Por un lado me apetece volver a casa, pero por otro me quedaría aquí más tiempo (bastante más tiempo). De todos modos, creo que en febrero (o incluso enero) estaré de vuelta. Ya no falta tanto.
4 comentarios:
Las despedidas cuestan, pero los hastaluegos no tanto...
Te ha salido una entrada poético-melancólica. ¿Sabes que lo mismo les ocurre a los eucaliptos en Perú? Tampoco son originarios, y también están en todas partes. ¿Serán árboles extraterrestres que nos invaden silenciosamente?
ostres marc, quina experiencia més interessant i bonica que has viscut a kenia¡¡ ara toca recollir els fruits amb una bona marca a Saragossa¡¡ amins i endavant¡¡¡
una abraçada campió
JP
Me apunto a la hipótesis extraterrestre del eucalipto ¡son una plaga!
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