viernes, 26 de noviembre de 2010

Los jarronazos

No es del todo cierto que viva sin agua corriente, pero casi. La Fundación donde se encuentra mi humilde morada tiene servicio de agua de 5 a 8, tanto de la mañana como de la tarde. Eso significa que el grifo que tenemos en medio del patio escupe un hilillo de agua durante seis horas al día. Los demás grifos de la fundación no escupen nada porque no existen tuberías.

Lo mismo pasa con las cisternas de los baños o con la ducha: no hay agua allí. Para manejarnos, la fundación está llena de cubos, jarras, jarrones y similares que acumulan esas seis horas de agua. Un manguera fina y larga se encarga de nutrirlos todos y, según demanda, los vamos vaciando.

Cuando uno termina de ir al baño, no tira de la cadena; cuando uno termina de ir al baño se acerca al cubo de dimensiones industriales que hay en la entrada, llena una jarra de agua y la vacía en la taza (y así tantas veces como los restos necesiten para ser tragados; la experiencia es un grado aquí).

Para la ducha, un lugar distinto al del baño y que consiste en tres paredes opacas con suelo de cemento y un agujero pequeñito de desagüe, otro cubo con su jarra a juego hacen de suministro. De manera tan rítmica como sea posible, se llena la jarra y se vierte encima de uno. Y se repite y se repite hasta que uno quede limpio (no debe uno olvidarse que el brazo derecho también tiene que ducharse). Después a enjabonarse y otra vez lo mismo.

Por suerte, no tengo que hacerme la comida ni lavarme la ropa: de verdad que tendría serios problemas para hacer ambas cosas. En este caso, la Fundación se encarga de ello y no me preocupo demasiado en cómo lo hacen.

Después de algunos días, no es tan difícil como parece en un principio (aunque aquí nadie habla de comodidad, ¿eh?).

1 comentario:

Rafa González dijo...

Al menos frío no hace...(digo yo..).