domingo, 5 de diciembre de 2010

No soy invencible

No vine a la maratón de Panamá con la idea de ganarla, aunque uno nunca descarta esta opción. Después de mi retirada en Zaragoza, mis entrenamientos se redujeron considerablemente y sólo me dediqué a entrenar unos 4 o 5 días a la semana, haciendo normalmente 10 kilómetros por la mañana en ayunas. También competí la media maratón Mitad del Mundo, que fue mi "tirada larga". Por lo tanto, no llegaba a Panamá en condiciones óptimas para una maratón; pero sí para una nueva experiencia.

Por mi experiencia en el mundo del atletismo, pensé que podía correr fácilmente en menos de 2h30'. Mi debut en Amsterdam, sin apenas preparar la carrera, fue de 2h27' y unos meses más tarde corrí Valencia como un trote de calidad en 2h25'; y un par de meses después hice de liebre a Alessandra Aguilar en Rotterdam en 2h29'. Total, no me parecía muy complicada otra marca parecida aunque llegara sin mucho entrenamiento. Pero tanto el circuito de Amsterdam, como el de Valencia como el de Rotterdam (y sus fechas/climas) son perfectos para correr; no así Panamá.

La salida fue a las 5 de la mañana para evitar que el sol molestara demasiado y hasta cumplirse la primera hora de carrera corrimos de noche, aunque la temperatura superaba los 23ºC. Aunque suelo despertarme cuatro horas antes de una maratón, hoy fueron sólo dos; el tiempo era justo para absorber el desayuno pero suficiente para llegar habiendo descansado bien. Creo que aquí no fallé.

En la línea de salida me enteré de quién correría este año: tres kenianos y un etíope, un guatemalteco de 2h13', el colombiano ganador del año pasado, un cubano que había ganado otros cuatro años... y muchos de ellos querían optar a la prima de 10.000$ por romper el récord de la carrera (2h20'56"). Yo no tenía esa meta, así que empecé a 3'35" (no había hecho ningún calentamiento y prefería salir con calma para coger ritmo a medida que avanzaba la carrera) y me encontré sólo desde el primer metro a pocos segundos del pelotón de cabeza: ningún problema, seguro que muchos acaban petando.

El plan se cumplió a la perfección y pronto me encontré muy cómodo a menos de 3'30". No quería precipitarme, pero de verdad que corría muy fácil y suelto: 17'54", 17'34", 17'19" y 17'17" para los primeros 20km. Los avituallamientos (agua envasada en bolsas de plástico) se encontraban en casi cada esquina y no me saltaba ni uno; un poco de agua a la boca, otro al cuerpo y otro poco más a la boca. Me notaba hidratado y cómodo, aunque por delante no había ninguna novedad.

La media maratón la pasé en 1h13'44" y los siguientes parciales fueron de 17'21" y 17'47", éste último con ráfagas de viento contrario y algunas ondulaciones que empezaban a molestar, pero a lo lejos se veía el cubano y un poco más allá el colombiano. Y adelanté al primero de ellos antes del kilómetro 30. Iba el octavo de la carrera y pensaba que adelantaría alguno más -éstos eran los pensamientos positivos- pero desde hacía varios kilómetros tenía un serio aviso de diarrea y notaba ampollas en los pies -éstos eran los pensamientos negativos-.

No sé si fue la humedad o la cantidad de agua que bebí, pero pronto descubrí que era más agradable beber menos agua (aunque mi boca lo pidiera) para evitar que el desagüe se abriera de manera irremediable. Si habéis corrido con esta sensación, sabéis que no es cómodo ni agradable, y el ritmo también nota que algo pasa.

Luego llegaron más ondulaciones y el sol apretaba cada vez más (seguro que superamos los 30ºC) y yo no conseguía acercarme a los de delante, más que nada porque cada vez corría más lento. Empecé a desear que la carrera se acabara y consultaba el reloj a cada momento para descubrir cuántos kilómetros me faltaban y calcular qué marca iba a hacer. Y a cada vez que consultaba el reloj y recalculaba la marca, me salía algún minuto más.

Los últimos 5k, por la Cinta Costera (una avenida demasiado ancha por la velocidad que llevábamos), son la peor pesadilla de la carrera. A medio camino se encuentra la estatua de Vasco Núñez de Balboa, feliz por haber descubierto el paso hacia el Pacífico. Su felicidad no fue nada en comparación con la mía al llegar a meta. Estaba exhausto, derrotado por el calor y la humedad, con los pies doloridos y unas ganas tremendas de sentarme (a poder ser en el baño). Así atestiguan los últimos parciales mi flaqueza: 18'39", 20'08" y 10'41" (del 40 a meta).

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Resumen: 8º con 2h34'45" (1h13'44"+1h21'01")
Ganó un etíope con 2h16'.
Mañana espero colgar fotos y los resultados más completos (todavía no hay nada porque corrimos sin chip).
He aprendido muchíiiisimo.

5 comentarios:

Rafael dijo...

A veces soy un visionario,falle por 15 segundos y es que esos paises son otra historia y si es dura la maraton mas dura se hace con condiciones anti maraton.La verdad es que se aprende mas de las derrotas que del exito,por segunda carrera que haces en esas latitudes soy el que mas cerca me quedo de acertar tu tiempo final que no tiene nada que ver con el tiempo que harias por aqui, por europa.Te llevas ese aprendizaje para futuras maratones,cuando las condiciones no acompañan a veces la maraton es como dos maratones.
Un abrazo y a seguir disfrutando del deporte.

del porvenir dijo...

Bravo Marc. Y quédate con eso último que has escrito

mòmo dijo...

Marco Róchez de Tioa. Algún día te harán a ti una estatua descubriendo a lo lejos la meta. Un beso por ese esfuerzo enorme, campeón.

Unknown dijo...

Muy bien campeón, correr con esas sensaciones tan desagradables tiene que ser de lo peor, aún así seguiste hasta la meta.

Bravo !!

Marc Roig Tió dijo...

Tienes buen ojo, Maratonman.

Gracias, Vicente. Me quedo con eso especialmente.

Algo así, Mòmo, algo así.

Maikis, lo más importante era llegar a meta. Y aunque yo pensaba que no lo había hecho tan bien como quería, mis compañeros de la Fundación Caminemos Juntos me abrazaron eufóricos porque me había esforzado por ellos. Eso no tiene precio.