sábado, 4 de diciembre de 2010

Panamá


El viaje hasta Panamá no fue malo del todo, pero tuvo algún inconveniente. Mi vuelo, con escala en Bogotá, salía de Quito a las 6am. Mi idea era salir de El Carmen a media tarde para llegar a Quito no demasiado tarde y alquilar una habitación o cama cerca del aeropuerto para dormir un poco, pero salí tarde y el viaje se alargó por un accidente en la carretera que paró el tráfico. Total, que llegué a Quito más allá de las once y pensé que lo mejor sería ir directamente al aeropuerto y esperarme medio dormido por allí. Así lo hice, pero dormir no fue muy fácil porque el aeropuerto es pequeño, tiene pocas sillas o rincones para tumbarse y hacía frío.

Cuando llegué a Panamá, y aunque el día no era soleado, me di cuenta de lo que es la humedad. Si sale el sol, la temperatura supera los 30ºC, pero si no tenemos sol, si llueve o, simplemente, es de noche, la temperatura nunca baja de los 23 o 24º. Y la humedad ronda el 90%.

El jueves me sirvió para instalarme en la ciudad (en casa de unos amigos de la doctora que me tratan genial) y recuperarme del viaje. Para el viernes, el día sería más completo.

El viernes me desperté a las 6 de la mañana para desayunar e ir al centro (Panamá es un continuo atasco: hay que salir pronto y tener paciencia). Allí estaba organizada una caminata con motivo del día internacional de la discapacidad (3 de diciembre) y yo participaba como simpatizante de la Fundación Caminemos Juntos, aunque había muchas más (Frater, Olimpiadas Especiales, varias de sordos, etc.).

La marcha transcurrió con alegría, música y bueno ritmo hasta la iglesia del Carmen, donde el obispo de Panamá, que había formado parte también de la marcha, ofició una misa muy hermosa y emotiva para culminar la celebración y recordarnos la festividad de San Francisco Javier. En su homilía repartió perlas como "nadie es discapacitado para amar a Dios o para sentir Su amor" o la anécdota de un niño con síndrome de Down en su primera comunión: el obispo nos contó que el niño, el día de su primera comunión, no se acercó a comulgar; intrigado, el obispo le preguntó por qué no había comulgado y el niño respondió "¿usted se cree que yo soy tonto? Si me como a Jesús, ¿quién me llevará los regalos en Navidad?" Entonces el obispo nos afirmó que ojalá él y todos nosotros tuviéramos la misma fe que ese niño para creer que Jesús está ahí.

Otro detalle importante fue la asistencia que tenían los sordos para seguir la misa. Una mujer les traducía al lenguaje de signos lo que se decía y lo más bonito era ver cómo ellos repetían los mismo gestos de la intérprete en las canciones, contribuyendo de una manera tan especial al rezo.

Y muy poco antes de terminar, en cuanto se leyó el manifiesto, se añadió una puntilla que decía así: pedimos al señor obispo si puede bendecir a un atleta que el domingo correrá la maratón en representación de los discapacitados. Y el obispo me llamó al altar y me impuso su bendición para realizar una buena carrera y conseguir un buen resultado. Y yo, casi me muero de la vergüenza.

Luego me fui a comer y por la tarde visité el Canal de Panamá, pero eso os lo contaré otro día.

PD: Me sacaron alguna foto, pero todavía no la tengo.

3 comentarios:

mòmo dijo...

¡En representación de los discapacitados y con bendición episcopal! Más te vale conseguir un buen resultado, brother... Se me ocurre que si esa bendición te ayuda a ganar o a superar la marca de la carrera y llevarte la prima, ¿no lo considerarán dopaje?

am dijo...

¡Bueno! O sea que va bastante completo el viaje a Panamá. La cereza del pastel será que te vaya muy bien en la carrera. ¡Esperaré la entrada del canal!

Marc Roig Tió dijo...

Espero que no, Mòmo.

Espero que la carrera vaya bien, Am. Ya contaré.